¡Malditos hipócritas!

¡Malditos hipócritas!

Cuando tomó la palabra,

el murmullo se elevó,

nadie escuchaba las letras,

que exprimía su corazón.

 

Era una voz reconocible,

que todos la  respetaban,

pero las llamas prendieron,

como el rosario del alba.

 

¡Malditos hipócritas!

sois el imperio del mal,

os creéis inteligentes,

sin nada que celebrar.

 

Os maltrata el subconsciente,

negáis el agua y el pan,

y curáis las heridas con sal,

al mundo que tanto amáis.

 

¡Malditos bastardos!

presumís de ser humanos,

cuando no reconocéis,

ni a vuestros propios hermanos.

 

Sois gusanos, esa es vuestra condición,

y aunque os tiemblen las manos,

buscar una solución que nos permita vivir,

como seres humanos.

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Abro la ventana al viento

 

Abro la ventana al viento

Abro la ventana al viento,

y el pensamiento no espera,

el amor abre sus alas,

buscando la primavera.

 

De una infancia que se aleja,

con una sed que me embriaga,

su nombre está en mis labios,

beben la sal de sus lágrimas.

 

Son los gritos del recuerdo,

los espacios sin palabras,

todo aquello que he vivido,

está en su tierna mirada.

 

Mi corazón tembloroso,

sueña con estar contigo,

recuerda aquellos momentos,

que para siempre se han ido.

 

Quiero saber lo que sueñas,

para poder conquistarte,

y escribir sobre tu piel,

tu amor a gloria me sabe.

 

Abro la ventana al viento,

y el silencio me devora,

el horizonte desnudo,

con el tic tac de la aurora.

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La sombra que asombra

La sombra que asombra

Para mí fue una locura,

mirar por la cerradura,

que ensancha la excitación

aquella sombra sin voz.

 

Frente a mis ojos estaba,

palpitante como un beso,

y en mí la noche entraba,

con sus flechas disparadas.

 

¡Ay!, su mirada,

a mi piel estremecía,

y mi corazón dormía,

en los ojos de la ausencia.

 

Oyes cantar,

y ese cantar te desvela,

es el canto del amor,

con solo escuchar consuela.

 

La divina barcarola,

con su cantar lastimero,

y en su secreta memoria,

soy errante marinero.

 

Aquella sombra que asombra,

era la sombra del cielo,

la dueña de la penumbra,

el ángel de mis anhelo.

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La exultante flor

 La exultante flor

Le sucede a la rosa 

que al amor se abre…

-la devora el aire-

 

La exultante flor

irradiaba amor y a celosas bestias

se lo contagió.

 

Su radiante resplandor,

excitaba a los gusanos,

para aliviar sus pasiones,

van cogidos de la mano.

 

Ese aroma de pasión

que perciben los demás,

esa terrible inquietud,

a donde quiera que va.

 

Esa grave primavera,

que muere antes de nacer,

ese mal tan inhumano,

que busca solo placer.

 

Y cuando cierro los ojos,

veo a esas diabólicas ratas,

que embriagaron su existencia

de unos anhelos que matan.

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Extraño tu ausencia

Extraño tu ausencia

Soñando un día en la vida,

caricias imaginarias,

oí a una estrella cantar,

mientras la luna bailaba.

 

Esclava de un sentimiento,

las notas de una guitarra,

no sabía que su vida,

es la vida de su alma.

 

Nunca pensé que una ausencia,

me dejara sin palabras,

hasta hacerme caminar

al filo de su guadaña.

 

En vano busco en sus ojos,

una llama de esperanza,

esclavo de una ilusión,

como del eco de alba.

 

La razón se descompone,

con los susurros del alma,

ay, como extraño tu ausencia,

llevadme a vuestra morada.

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Demonios de hielo

 

Demonios de hielo

Nadie los llama, 

acechan en la sombra…

su escalofriante claridad

es la esencia viva de su mismo cuerpo.

 

Esas siluetas tenebrosas,

de terribles alas negras,

volando por los pasillos de mi mente,

mantienen mi corazón como un volcán trepidante.

 

Demonios de hielo,

que enlutan mi fría conciencia,

en la leve existencia del crepúsculo,

abrazo su frío costado, impotente y desolado.

 

Siento como cala el frío,

no hay nada ni nadie que me saque de este invierno,

mi cuerpo se paraliza y los pensamientos vuelan,

a la nieve del recuerdo.

 

Comienzo a desperezarme, empapado de sudor,

los otoños de mi mente, entristecen mi viejo rostro,

una silueta ardiente recorre mis espaldas,

intentando liberarme del eco, de la angustiosa soledad.

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La sirenita encantada

La Sirenita encantada

Aquella noche tan bella,

cuando iba a navegar,

encontré una botella,

que gritaba sin cesar.

 

Tengo que tener espinas,

me rascan el paladar,

se me puso la piel de gallina,

al oír la botella hablar.

 

Al bamboleo de las olas que van y vienen,

la princesa de los mares suspira que te suspira,

¿qué fuerza a mí me retiene?

que mi corazón guerrero delira, por ti delira

 

Hablaba y hablaba de su triste condena,

qué harías si te dijera,

que soy una bella sirena,

con tanto dolor, que ya nada espera.

 

Quién eres tú,

que enciendes los rayos de mi juventud,

me cuesta creer, que mi corazón soñó,

y que el sueño se cumplió.

 

A la botella la liberé del tapón,

y su alma voló junto a la mía,

en aquel nido de amor,

se desbordó la pasión,

mientras las almas dormían.

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La línea de miel

 

La línea de miel

Hay una línea invisible entre el cuerpo y el alma,

donde los deseos germinan,

y uno puede asomarse a ese espacio,

para ver que hay esperanza más allá  del cristal.

 

Nadie sabe el secreto,

de ese valle oscuro,  la noche duerme,

y el tiempo arde en su silencio,

mostrando un camino abierto a la ilusión.

 

No puedo contenerme al ver ese camino,

¿entro?

recibo vibraciones nunca oídas,

el sol asoma en mis pupilas…

 

¿Esto qué es?,  ¿el paraíso?…

¡Oh amor! la pasión me está quemando,

vivo en un ensueño profundo,

la luna se acerca galopando.

 

Misterio y miedo,

la línea de miel se pone a temblar,

se quiebra el cristal.

 

El genoma se cruza,

el alma es polvo y

el cuerpo consigue quitarle el brillo.

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