La línea que
cose el horizonte
No sé por
qué el mar me atrae,
quizás algún
magnético amor,
sigue avivando
las pulsaciones del ayer,
entre
oleadas de prolongado silencio,
o tal vez porque siento como mi corazón baila,
cuando sus olas se derraman en mi playa,
por capricho del ondulante viento.
Allá al fondo donde se cierran las puertas
del infinito, emerge ante mi vista, la línea
que cose el horizonte, un muro de cristal,
que me tienta a preguntar:
¿Por qué el mar me oculta lo más deseado?
Solo los peces pueden cruzar,
esa línea que cose el horizonte,
parece lejana pero mantiene esa luz,
para incendiar la imaginación.
Una noche, una virginal luna, casi de nácar,
desde la bóveda del cielo, arrojaba al mar,
las nubes celestes que cubren la gloria,
después, en la pasarela de la noche,
fue despojándose de su ropaje estrellado,
hasta quedar desnuda, fue tal la fiebre
de ese mar verde, que me hizo trepar por
su cuerpo, para beber de sus labios,
Aquella luna blanca como las sábanas,
bajó del cielo, en la noche soñada,
con su cuerpo deslumbrador avanza,
por el vasto mar, con oleaje lúcido,
y leves suspiros de gozosa espuma.
Oigo una voz que gime
a esos primeros vientos,
mientras el mar solo el mar,
invade su vientre dulce.
Danza el fondo marino
sobre su concha de nácar,
en tempestades de amor
hasta
que la línea estalla.
Copyright © RTPI – 16/2023/1053 |
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