Ella era única.
En
lo más alto del cielo,
allí
estaba ella, resplandeciente,
bañada
de gloría,
asombraba
su apoteósica figura,
de
incomparable belleza,
sus
líneas inmortales, irradiaban
vida
eterna… eternamente joven.
Desde
su púlpito azul,
sonreía
como los ángeles,
glorificada
como símbolo de vida…
mi
alma rebosaba de alegría.
Como
ella no existía mujer alguna,
en
otros tiempos la tuve entre mis brazos,
me
llenaba de gozo y felicidad,
su
dulce juventud me clavaba sus esencias,
y
mi cuerpo vibraba sobre su virgen blancura.
Me
despertaba en su paraíso cada mañana,
sin
proponérselo me había robado el corazón,
soñaba
que aún vivía y tan hermoso sueño,
me
llegó a inquietar.
Un
grito rompió el silencio,
la
muerte blandió su espada,
blanca
sombra, angelical, misteriosa,
tan
luminosa y tan rara…
la
muerte me está diciendo,
lo
que la vida se calla.
Copyright © RTPI 16/2020/1580
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Un amor tan intenso deja huella y revivirlo con unos versos tan hermosos es como estar en la gloria.
ResponderEliminarFelicidades y un fuerte abrazo
Un poema celestial, te felicito
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