Camino de la indulgencia

Adam Hunter Caldwell
Camino de la indulgencia 

En los confines del alma

hay un abismo insalvable,

un eco que te desarma,

porque tiene cara amable.

Por los ejes del destinos,

transitan copos de nieve

estrellas de vida breve,

que no hicieron el camino.

Fueron llamas encendidas,

impulsadas por el viento,

son almas que solo brillan

a orillas del firmamento.

Desde mi ventana veo,

vagar amores perdidos,

para hacer el jubileo,

y dar gracias por lo vivido.

Quieren salvarse Señor,

ganándose la indulgencia,

a tus pies dejo esta flor

pido por ellos clemencia.
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No para de llover

Huele a tierra mojada,

aroma que antes no había,

tus altas crestas nevadas,

dan calor a la poesía.

                           

Llueve y llueve como cada amanecer,

el viento trae tus caricias,

y a mis lágrimas eclipsa,

desde que te fuiste para no volver,

Hoy pretendo recordarte,

sin ignorar el ayer,

el perfume que en las sábanas dejaste,

lo llevo en todo mi ser

No para de llover,

veo a mi estrella apagándose,

dí mi amor a su alma sollozante

¿por qué llueve más que ayer?

Despierto con ganas de luchar,

te veo en cada gota de agua,

mi pena quiere llorar,

y en tu corazón desagua.

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Miss Suplicio

La lozana Miss Suplicio,

una hembra con un cuerpo angelical,

su anatomía para perder el juicio,

sin poderlo remediar.

Una mujer excitante,

con mis ojos deslumbrantes que la ven

con ese dulce vaivén,

de juventud anhelante.

Sol naciente de hermosura,

ardiente como una llama,

cuando el amor la reclama

¡existe el cielo, todo es ventura!

Con suaves movimientos,

¡marinero mar adentro!,

agua ardiente que cautiva,

morada segura y viva,

Y en mi pasión la convoco,

bajo el poder del amor,

gritos insondables loco,

centelleo y resplandor.

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Aroma de rosa

Oculto en su cuerpo lleva la rosa,

un  fino aroma,

que vuelve loca a las mariposas,

un perfume secreto que las provocas.

Vendrá del cielo ese tormento,

que estremece hasta el sol,

cuando lo siento,

y me quedo prisionera de su olor.

Sobre el edén florecido,

su néctar vive y se agita,

el arco iris tendido,

color loco que la habita.

El aroma que respiro,

enloquece mis sentidos,

y me aturde al instante

tu rojo desconcertante.

Siento vibrar mi lengua ardiente,

cuando gozo de tu vientre,

navego en un mar de miel,

por los ríos de las venas que dan fragancia a tu piel,

La rosa enloquecida,

sus pétalos más abrió,

y quedo tan complacida,

que nunca se marchitó.

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Quien me lo iba a decir

Nunca pensé enamorarme,

siempre la tuve a mi vera,

toqué sus pechos dormidos,

y hoy ardo en su hoguera.

Quien me lo iba a decir,

que su alma habita en mí,

prisionero el corazón,

sentí la desconexión.

Vi al sol entrar por la ventana,

me detengo unos segundos sorprendido,

bostezaba la mañana,

y la luna entre las nubes me susurraba al oído.

Su amor nunca existió,

encendiste en sus pechos la pasión,

es tu indiferencia, la que le atraía,

un secreto dolorido que jamás revelaría.

Quieto en el contraluz de un instante,

me dibujó la traición,

sus labios sumisamente insinuantes,

eran mi paz interior.

A la luz de la luna

escribo esta poesía,

arraigada al corazón como ninguna,

en el más bello de los días.

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Un ángel se estremece

Aquella noche estaba el cielo acaramelado,

tan lleno de dobleces,

que un ángel se estremece,

al ver tanta pasión.

Perturba su candor con todo el sentimiento,

las sombras del desierto

derrumban al ocaso,

amor a cielo raso.

Jadeante señuelo sin dudas ni temores,

la tierna insensatez,

tan llena de imprudencias,

que salen los colores.

Amante sin control que incendia el paraíso,

princesa de alto vuelo,

encadena temblores derritiendo glaciares,

de las cumbres del cielo.

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Los suspiros de la mente

He disfrutado de la vida por fragmentos

amorosos,  en los que vacié mi prosaico acento,

no puede aclimatarme nunca a una mujer,

mi alma lo lleva grabado en su propio ser.

Qué pena no tener estrella,

caricias y besos y níveos fulgores,

de una mujer bella,

hace que no sienta ese mar de amores.

Sueño con las tardes de alborada,

con sus caricias de agua de sal,

con el temblor de sus pechos,

en la cima de los besos de su boca angelical.

Mi corazón se ha encendido,

a la sombra del olvido,

me arrullan sus resplandores,

cuando me inundan sus labios del amor de los amores.

Se abren las puertas del cielo,

en la senda de su vientre,

los jadeos de mis caricias,

son suspiros en su mente.

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La sonrisa

Se me apaga la sonrisa,

cuando no estás a mi lado,

contigo el sufrimiento no existe,

eres un ser con luz propia.

Cierro los ojos para dibujar tu sonrisa,

te veo sonreír y lo grabo en mis labios,

tus besos los describo,

como el aire que respiro.

Tu sonrisa es la huella

que queda entre nosotros,

mi dulce compañera y al amanecer,

hace que mi corazón se levante.

Aviva los ecos de la dicha,

que me anclan a tu sonrisa,

tan inocente y sincera

que me hace sentir bien.

Mi sonrisa se hace trizas,

en el crepúsculo de tu pupila infinita,

allí es tan callada la brisa,

que florece al recordarte.

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Nos avasalló el amor

Aquella velada noche,

nos avasalló el amor,

puse mi boca en la tuya,

y el placer se derritió.

                   El éxtasis me atormenta,                  

con el roce de tu voz,

de pronto esos temores,

son pura fascinación.

Quiero pensar en aquel día,

tus pupilas dilatadas,

y mi ardiente fantasía,

soñaba que este amor perduraría.

Imaginad una estrella,

iniciándose en el vuelo,

con su adolescente risa,

flecha de luz de luceros.

                       

Mariposa en un cielo enamorado,

lo pienso y la toco, me siento ligero,

flotamos errantes entrelazados,

en la luna de miel que ella ha engendrado.

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Regalo de Reyes

Hasta descubrir que los Reyes Magos eran los padres, me imaginaba que sus majestades tenían la facultad de volar, si no  ¿cómo podían llevar los regalos a todos los niños del mundo?

Entonces daba rienda suelta a la fantasía y mi imaginación volaba por el espacio, siguiendo la estela que iban dejando los pajes de los Reyes Magos

persiguiendo a la estrella de Belén, un cielo mágico donde los seres luminosos palpitaban al unísono.

Era fantástico ver a los ángeles cargados de nubes de regalos para repartirlos a todos los niños del planeta.

Me sentía como uno de ellos pero a continuación me hacía otra pregunta, ¿Cómo pueden saber el deseo de los niños?

Entonces gocé del placer de escuchar el susurro del viento, y el espacio se llenó de cartas, muchísimas cartas, la clave para zambullirme en la realidad y descubrir que el deseo de los niños para ese día tan especial está escrito en sus cartas.

Ahora lo entiendo todo,  sé que no hay nada más doloroso en el mundo que al despertarse en la mañana del día de Reyes, no ser un niño.

Los niños nunca pierden la magia de la ensoñación y ven en las manos de nuestras almas infinidad de cartas para ser repartidas por todo el orbe, y esa descarga emotiva hace que funcionen los poderes mágicos y consiguen ver una singular comitiva de ruiseñores cantando al nacimiento del amor, canción tras canción la inocencia se abre paso de forma natural y  esa mezcla de curiosidad e ilusión logra el grado más alto del ensueño y  la felicidad se pone a su alcance.

                                      Nico Pozón Requejo 01.01.2019