Fui
alcornoque estirado,
Recio,
fornido agraciado,
En
lo alto de mi copa,
Mece
el viento, mi rizada cabellera,
Cuán
vigorosa palmera.
Nací
en sierra, peñascal erosionado,
De
fósiles rodeado,
Escultóricos
y longevos,
Para
ellos fui placebo.
Siento
lamentos de crujidos milenarios,
Ramas
entrelazadas, como sudarios.
Resaltan
sus pieles de oro y fuego,
Encarnada
desnudez.
Imponente,
como seres alados,
Del
corcho protector despojados,
Raíces
hincada en el suelo,
Almas
desnudas, descarnadas,
Se
oye fuente con sonido trémulo,
Cayendo
en cascada desde lo alto,
Más
allá un muro de silencio,
Roto
por el tañer de las campanas,
Arriba agitación de pájaros,
Un
halcón caza una paloma en vuelo,
Expiran
los últimos guiños luminosos del ocaso.
Al
fin, se respira paz.
Bello poema en el que se respira paz al fin
ResponderEliminarCrujidos de piel rosada difícil pasar desapercibido por tan bellas letras que te delatan y causan eco rompiendo el silencio mas sutil.
Natalia