sábado, 30 de octubre de 2021

El guardián de los muertos

 



El guardián de los muertos

Aquel revisor, guardián de los muertos, seleccionaba a todos los pasajeros que tenían que viajar al más allá.

Los precios estaban por las nubes y las exigencias eran de asombro:

Muerte natural o accidental, laico o religioso, militar o civil, persona activa o pasiva… ¿Quién le recomienda?

Si todo estaba en regla el finado era enviado al purgatorio y allí, una lluvia de fuego caía sobre el aspirante y, al instante, el cuerpo era un ardiente resplandor.

Seguidamente desde la cima de la gloria, dioses y ángeles daban la bienvenida a las almas recién nacidas, a los entes admitidos.

Al abrir los ojos les invadían una paz interior, un sosiego, una felicidad que inundaba sus oídos de tañidos de amor.

Después, lunas de gran belleza y soles con dorado amanecer los visitaban. Las lunas vestían de blanco y, como la nieve, aparecían circulares, repletas. Los soles, relucientes de oro intenso, gravitaban en derredor buscando una luna nueva.  

Aquella luna bronceada me eligió a mí, quedé inmediatamente asombrado por su fabulosa belleza. Recuerdo el perfil de los cipreses encorvados mirando la escena, con exquisita ternura acariciaba mi espíritu, mi rostro encendido y en su anatomía claramente levitaban mis deseos, buscando mi sintonía hasta fundir todas las luces de mi alma, para que una paz prodigiosa me invadiera, tan íntima, tan suprema, como si llegara de otra galaxia.

Se marchó aquella noche como una sombra cargada de misterios pero hoy quiso verme en un paraje de espesa soledad. Allí había ángeles perdidos, entre los muertos de agónica blancura, ángeles con pasiones temporales proyectados en otros cuerpos.

Sorprendentemente todo a mí alrededor vibraba, mi alma palpaba lo divino en pura y determinante energía, en fresca fragancia, en momento de amor, de elevación, de alborozo; un destino ingrato bajo la superficie de los cielos, donde fluye el poder del pensamiento en su estado más indómito,  allí  estaba  yo

Y ya en el alba del gozo, emergiendo fugazmente de mí, aquel sueño atrapado en el recuerdo y envuelto en claridad por un instante, contemplé como mi luna, sobre un lecho de rosas encendidas me inundaba de besos y de vida, abonando mi piel con la más sutil fragancia, percibiendo como la luna bella desnudaba mi alma y me elevaba hacia el firmamento. En ese justo momento la vida enmudeció y mi cuerpo se estremeció, agotado, envejecido, cayendo convertido en polvo de estrellas.



   Autor: Nico Pozón Requejo                           30.10.2021

 


4 comentarios:

  1. El relato me ha gustado muchísimo, un tema complicado, sacado de las tinieblas, con romanticismo, buen humor y magnífica inspiración.
    Enhorabuena y un abrazo

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  2. Original y profundo, la luctuosa muerte se abre a un amanecer tan íntimo, tan supremo, como si llegara de otra galaxia.
    Un abrazo
    Marilú

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  3. Buen relato en el fondo y en la forma, muy característico de ti, logras traspasar el orificio de la mente y nos llenas de lirismo el alma.
    Como siempre un placer leerte

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  4. Un relato inspirador en una noche tan callada, y despierto siendo sol en un inmenso cielo donde se espejan las almas.
    Para volverse loco
    Mis felicitaciones

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