Los rigores del tiempo Un
día la vida prendió en mi corazón, y
me invitó a recorrer las calles, que
iluminan el universo.
En
cada amanecer subía como una hiedra, progresando
en cada intento de interpretar la vida, el
gozo iba llenando mi mente ansiosa, de
rostros, de sonrisas, de colores, que
pintan el paisaje soñado.
Un
encendido fervor recorría, mi
mente titilante, alumbrando, una
primavera eterna, me
entusiasmaban sus ojos, bañados
de un mágico candor.
Nada
hay comparable a
un amor recién nacido, que
emerja de nuestra alma, donde
brotan los latidos que
cautivan las miradas.
Ayer
llegó el otoño muy de mañana, y
por la tarde mi flor se marchitó, sus
párpados se mancharon, de
púrpura macilenta, deshojándoles
los huesos.
Ha
pasado el tiempo, y
me digo, estoy como ayer, solo
las arrugas han salpicado mi piel.
Pero
no hay que confiarse, con
los relajantes signos visuales, hay
tardes que avanzan por caminos, donde
las sombras pálidas se alargan y
sus contornos apagados derrumban al más pintado.
Los
rigores del tiempo, aún
laten acompasados y fieros, trepando
por los años, sus
embate liberan mi alma, y sin
adivinarlo el horizonte se apaga, y soy hombre muerto. Copyright © RTPI 16/2020/1580 |
La vida es como una enredadera va creciendo, creciendo, alumbrando una primavera eterna, pero no hay que confiarse porque temprano llega el otoño y la deshoja hasta los huesos.
ResponderEliminarMi abrazo
La vida es un regalo muy hermoso pero los rigores del tiempo pasan factura, duele sentir el crujir del cuerpo quebrándose.
ResponderEliminarFelicidades y un abrazo
Eva Rocha