Solo con pensar en ella su mente se estremeció y
comenzó a sincerarse conmigo contándome un pasaje de su vida que me llegó al
corazón.
Allá por los años setenta
vivíamos en un pequeño chalet cerca de una gran ciudad, yo (Ángel) rondaba los 15 años, era hijo
único, mi madre Carlota estaba habitualmente sola ya que mi padre por su
trabajo, (marino mercante), estaba mucho
tiempo fuera de casa.
Nuestro consuelo era los vecinos
del chalet de al lado, (Pablo y Sara),
que por cierto eran muy buena gente, siempre estaban dispuestos a echar
una mano y como no tenían hijos, yo era para ellos su ojito derecho, me tenían
un cariño muy especial. Pablo era un padre para mí, así que cuando tenía
cualquier problema acudía a él y me lo solucionaba.
Solía llevarme al fútbol que era
su afición favorita y una buena distracción para los dos, también cuando mi padre regresaba nos íbamos
los cinco de acampada y disfrutábamos mucho.
He olvidado decir que los chalets
compartían un pequeño jardín de unos cien metros cuadrados aproximadamente,
separados por una pequeña valla y que desde mi habitación podía ver la cocina,
el comedor y una habitación de mis vecinos,
si no fuera por los visillos que ensombrecían algo las estancias no habría
intimidad alguna.
Un día ocurrió algo tremendo,
Pablo y Sara estaban dando un paseo cerca de la urbanización, cuando una rama de un árbol cayó sobre ellos,
Sara se llevó la peor parte, con heridas y fracturas diversas y lo más preocupante un fuerte golpe en el
cráneo que la dejó en un estado complicado, sin embargo Pablo solo tuvo ligeras
contusiones.
Sara fue ingresada en un hospital
y al cabo de varios meses regresó a casa, mi madre y yo fuimos a verla y la
sorpresa fue mayúscula, estaba muy desmejorada y casi no reconocía a nadie,
Pablo nos dijo que no había solución más pronto que tarde moriría.
Mi madre la estuvo cuidando
bastante tiempo, hasta que un día Pablo
le dijo que había hablado con su hermano, y que iba a venir una sobrina a
ocuparse de ella.
El día que conocí a Eva quedé
maravillado era la mujer de mis sueños, la que había grabado en mi mente, jamás
había visto un chica tan hermosa, era alta, morena y con unos ojos verdes
delirantes, cuyos encantos me sedujeron al instante.
Era una chica muy joven, (19
años) y tan auténtica en sus expresiones que me quedé paralizado y le grité al
mundo que estaba enamorado. Pensé que
podría ser la madre de mis hijos pero no veía esa luz en sus ojos y aunque mis
ojos no cautivaron a los suyos los míos nunca se apartaron de ella.
Entró en mi vida como un ciclón
llenándola de gozo y confusión. Desde mi
habitación con los prismáticos la espiaba de noche y brindaba a mi imaginación un
espectáculo tan asombroso que mis sentidos nunca habían disfrutado.
Una tarde la vi con un
desconocido y me llevé un gran disgusto, luego por mi madre me enteré que era
un “noviete” que tenía en el pueblo y que había venido a verla.
Ahora que se había hecho cargo de su tía, con
frecuencia venía a visitarla, entonces
nació en mi algo tan terrible como los celos y estos me llevaban tras ellos para
espiarlos, al llegar a casa me sentía abatido y apesadumbrado.
Un día Pablo, (que en estos días
no me hacía mucho caso), sorprendió a la pareja dándose placer en el sofá de su
casa, el cabreo y la bronca fue de
campeonato.
Yo había contemplado la escena
desde mi habitación aunque las imágenes eran muy confusas, al estar todo
apagado… ese día me sentí humillado y sumido en la desesperación, mi diosa era
para mí un ídolo caído.
Volví a pegarme a la ventana y en
un momento sentí voces, (las ventanas estaban entornadas por el calor reinante,
era el riguroso verano), su tío Pablo que estaba muy enfadado, le estaba regañando,
su voz resonaba en mi cabeza, pude escuchar que iba a informar a su padre por
haberse acostado con su novio, ella le pedía perdón, por favor no le digas
nada, no volverá a ocurrir.
A partir de ese día no pude
conciliar el sueño, me pasaba la noche espiándola, una noche pude observar
que Pablo entraba en la habitación de
Eva, aunque las imágenes eran muy difusas,
me permitieron ver fugazmente
como se metía en su cama y se echaba encima de ella, después comenzó a
moverse rítmicamente hasta quedar inmóvil…
Sin saber como,
comencé a temblar, lleno asombro y desesperación sin poder apartar la
mirada de aquella fogosa escena. Tras la sorprendente visión, recobré el
sentido y comprendí lo que estaba pasando.
Cuando
te están manipulando y sometiendo a un chantaje emocional, el miedo te empuja a hacer cosas, que en
otras circunstancias jamás hubieses permitido.
Una
mañana vi un coche en el chalet de Pablo, oí voces muchas voces y a
continuación vi salir a Eva y su padre,
que se marchaban para no volver.
Al
poco tiempo murió Sara, al entierro fueron mis padres y algunos conocidos, la
familia de Pablo no hizo acto de presencia.
A
partir de ese día Pablo, rara vez salía de casa, mi madre intentaba ayudarle,
llevándole comida y otras cosas, pero él
no quería que se molestara, incluso llegó a decirle que estaba muy agradecido
de todo lo que había hecho por Sara pero que a partir de ahora él se ocuparía
de sus problemas.
A mi
madre le dolieron muchos esas palabras, Pablo se estaba volviendo poco sociable
y sobre todo inquieto y exasperado, pasaba por un momento muy difícil.
Pablo
acabó con su vida de un tiro en la cabeza, muchos creyeron que llegó a tal extremo porque quería mucho a
su esposa.
Sin
embargo mi opinión era bien distinta… Eva al verse acosada por su tío noche
tras noche, reaccionó y se rebeló contándole a su padre por el calvario que
estaba pasando y este hecho hundió a Pablo en la desesperación y en el
suicidio.
A
pesar de todo acompañé a mis padres al entierro, no me sentía afectado por su
muerte, la simpatía que había sentido por él,
se había trasformado en un recuerdo congelado en mi memoria.
Autor: Nico Pozón Requejo 01.06.2018 |