La cúspide de la gloria
El alma emerge de los rescoldos del cuerpo,
precintando los recuerdos, que perturban el mañana.
Me dejo llevar por el viento y me elevo como una
cometa, hasta la cúspide de la gloria.
¡Ay Señor!, que triste es la vida cuando nada nos
queda, avanzo hacia el fuego soñado en que el alma espera.
La separación del propio yo, perturba mis
sentidos, anida en mi interior la figura del espíritu, sin duda es un dolor muy
grande pero necesito alcanzar como una flecha fugaz, la escalofriante
eternidad.
Mi alma no llora, pero al no estar contigo, sus
labios no sonríen igual.
He sido testigo de ese efímero amor de algunas
almas, inconscientemente parecen dichosas.
Miro instintivamente hacia la puerta de mi espacio
y veo un espíritu de mujer que entreabre su boca, suspira por mí, me recuerda a
ti, el corazón se puso a latir con tal frenesí que me acerqué y la besé una y
otra vez, y de pronto un grito callado, un largo estremecimiento y luego una
paz amorosa que se expande por el cielo.
Sin duda es un consuelo saber que arriba las
tentaciones existen y los riesgos también, un dorado misterio cuando las almas
apagan sus destellos.
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