y al descubrir aquel baile de sombras,
de radiante hermosura y dicha serena,
temblaste en el laberinto de lo absurdo.
Eres mujer de pasión desenfrenada,
allí donde el viento se ciñe a la virtud,
y el fuego te quema por dentro,
ahora andas perdida en la sima del tormento.
Mujer ardiente, bella como una diosa,
tus manos son dos alas blancas,
vuelas como una brisa de verano,
de mano en mano tu flor temprana.
Dibuja sueños envueltos en brumas,
en aquel cielo vacío que hiere y quema,
dos cuerpos enlazados que se condenan,
aquella luna… aquella luna…
Dulce y tierna como ninguna,
desnuda, brillando por los cielos,
que desató el amor y a los demonios,
y a los mortales estremeció su piel ígnea.
De diosa, de convulsivo anhelo,
miradla, miradla ahora, ¡bellísima!
manos de amantes han dibujado
un cuerpo maravilloso de mujer.
Me quedé mudo por un instante,
al contemplar su desnudez.
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