Impasibles, retorcidas en
el tiempo,
sacudidas por el viento,
con rocosos atuendos de
campesinas
las nobles y fuertes
encinas.
En sus hojas el sol se pierde,
al paso del peregrino,
con su luz de color verde,
la hojarascas va perfilando el camino.
Los ojos de un cárabo en
desvelo.
contempla a los pastores,
sufridos caminantes,
estirpe de agrestes
guerreros,
horda de merinas
trashumantes.
Alameda sin río, en
remanso se dilata,
se pierde en la sierra
gris la hermosa luna de plata,
un sollozo de amargura
destilan los encinares,
en la florida llanura se
alzan los olivares.
Un belicoso alcaudón,
con desquiciado talento,
imita a un falso tenor,
asombrado el cárabo,
se lo lleva el viento.
Valerosos encinares,
salen de tu alma rota,
los deliciosos manjares,
caravanas de gorrinos
a las sabrosas bellotas.
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