Cuenta que hubo una vez
una joven que en todo el esplendor de su belleza, en su noche de boda, pereció ahogada en el
río, y que una promesa la mantiene allí hasta ser liberada del suplicio.
El epitafio grabado en su
tumba reza así:
“Serpenteaba la sombra del
espíritu, cual mariposa negra en la nieve, un soplo de viento helado, consiguió
lo que su alma en pena anhelaba, regresar al rio donde se ahogó para hacer
cumplir la promesa y así encontrar su eterno descanso, desde entonces el río
está habitado por el alma errante de la desaparecida”.
Busqué en internet algún
acontecimiento que me ayudara a hilvanar y después tejer la historia para
descifrar el mensaje de la dama del río.
Había que descubrir el
origen del misterio, y entre periódicos amarillentos de la época, había un
suceso que decía así:
Hace algunos años que un
joven de aristócrata familia y con una brillantísima carrera política se
enamoró de una dama de extraordinaria belleza, y enseguida hicieron planes de
boda, la feliz pareja se casó y en la
noche de boda, después del baile, terminaron muy sofocados y decidieron darse
un baño en el rio a la luz de la luna llena, de repente bajo los pies de la
joven algo se abrió, se cree que un remolino la empujo hasta el fondo del río, el
joven hizo lo imposible por salvarla
pero todo fue inútil, ella se ahogó.
Se habían prometido ser
fieles hasta la eternidad, pero como sucede en las mejores familias el tiempo
pasa y las promesas se olvidan.
Así que olvido la promesa
contraída, conoció a otra mujer y se
enamoró de ella, al tiempo de casarse, ocurrió algo asombroso una mujer vestida
de novia emergió de las temblorosa agua del río, por el aire subió aroma de
incienso, el mortal que aspiró su aroma quedó obnubilado por la visión
majestuosa de su belleza, lo que provocó un vuelco en el corazón de los allí presentes.
Mágicamente se mantuvo
levitando frente a la iglesia donde contraían matrimonio.
El novio al verla aparecer
de aquella forma tan increíble, se
deformó y su desesperación creció de tal
manera que gritó a su silencio, suplicando clemencia, agitó los brazos como un
loco pidiendo socorro, pero todo fue inútil.
Ella alargó su mano,
arrebatándolo del brazo de la otra mujer, y en un instante lo hundió en el río,
mientras le ahogaba soltó una sonora carcajada, como si al fin se hubiera
liberado de la promesa.
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