Como luz perseverante día tras día,
Componía una poesía.
Y por muchas filigranas,
Se me aburrían las mañanas.
Ahí no está el éxito me decía,
Necesito un cambio…, lo mío no es la poesía,
De pronto cae la tarde triste y melancólica,
Confunde mi pensamiento una música lacónica.
Escribiré una historia larga,
Aunque no diga nada,
Ni será ideal, ni cosa que lo valga.
Trabajé disciplinado con ansias de victoria,
Me consumía por terminar la obra,
Sin preocuparme de la historia,
Porque al fin y al cabo la historia es lo que
sobra.
Seiscientas páginas escritas,
Finalicé la novela,
Y tantas noches en vela,
Una mañana bendita.
Entraba por el cristal,
Soplaban aires de euforia,
Tengo fe en esta historia,
Corregiré y dejaré lo esencial.
Las seiscientas páginas se han convertido,
En trescientas primero y luego en cien,
Ochenta, treinta y al final diez.
Me sabe mal, cuánta ingenuidad,
Y por cierto no he resuelto,
El asunto de la personalidad,
Anda todo muy revuelto.
Se ilumina la razón,
Con lo que queda de historia,
Me da para una canción,
Un crítico la elogió,
Y se alzó con la victoria.
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